Mareva Ruiz Betancor
JONAS BENDIKSEN
“Bañistas en la costa del Mar Negro"
Satellites
La fotografía de Jonas Bendiksen (Noruega,1977) que muestra un grupo de bañistas en la costa del Mar Negro pertenece al libro Satellites que el fotógrafo publicó en 2006, resultado de siete años fotografiando la antigua Unión Soviética.
“En toda la periferia de la antigua Unión Soviética”, comenta Bendiksen, “he encontrado lugares donde la transición a un nuevo orden mundial ha sido especialmente agitada. En el Cáucaso, el este de Europa, Asia Central y Siberia oriental, las comunidades están estancadas en viejos conflictos, han nacido mini-estados no reconocidos y la gente lucha por salir adelante tras permanecer mucho tiempo aislada del resto del mundo”. En los países llamados satélites de Rusia, en tiempos de la Unión Soviética, la situación político-económica se tornó caótica tras la caída del régimen comunista, las diferencias se acentuaron entre sus habitantes y la inestabilidad social aumentó. Las fotografías de Jonas Bendiksen dan forma a la tristeza, a la soledad, a la incomunicación, a la desesperanza.
Como señala el propio fotógrafo, “en la imagen vemos unos bañistas que disfrutan de las aguas del Mar Negro que bordean Abjasia, una región segregada de Georgia que en otro tiempo fue lugar de veraneo de lujo para los soviéticos privilegiados, incluso Stalin tuvo aquí su propia casa. El turismo apenas está comenzando a recuperarse tras la brutal guerra civil de 1993, que acabó con la vida de millares de personas y desplazó de la región a cientos de miles de georgianos, pero la convulsa situación política no favorece tal expansión”.
Lejos de la alegría y gozo que asociamos a un día de playa en los centros turísticos, la fotografía transmite una tristeza inquietante que se refleja, principalmente, en el triángulo formado por los tres adultos con mayor presencia. En primer término, una mujer con expresión tensa y desafiante, observa algo o a alguien fuera del encuadre. No disfruta ni se relaja y parece muy alejada de la escena. A su izquierda, otra mujer introduce sus pies en el agua, pero está vestida, lo que unido a su gesto pensativo también sugiere lejanía. En el tercer vértice del triángulo, un hombre observa a una niña (¿su nieta?) en la orilla que, con sólo unos centímetros de agua, usa un flotador, pero también se muestra distante y ausente. Estas impresiones se ven acentuadas por el diseño antiguo de sus ropas y calzados, que corroboran el atraso actual de los que antes fueron países satélites.
Opuesto al mundo de los adultos y sus preocupaciones está el mundo de los niños entre los que tampoco, paradójicamente, se intuye una alegría desbordante, lo que refuerza la tristeza inquietante a la que me refería, intensificada de una parte por el cielo sombrío y de otra por la inclinación del horizonte, que contradice una ley básica de la composición fotográfica según la cual el horizonte siempre ha de estar recto, pero que el fotógrafo la ha violado a propósito para enfatizar esta atmósfera. Y qué decir del barco-icono de la decadencia del país. La cabeza de un niño que espera su turno para lanzarse al agua sugiere, sin embargo, un leve indicio de esperanza, personificada en el niño que, con los brazos en cruz, parece volar y que el fotógrafo hábilmente ha encuadrado en el lado opuesto al triángulo de los adultos.
Para mí la fotografía tiene un foco que capta poderosamente la atención, lo que Roland Barthes, en La cámara lúcida, llamó el “punctum”: ¡ese salvavidas amarillo que lleva la niña del centro! ¿Por qué lo usa?, ¿qué peligro puede haber en la orilla?, ¿a qué edad aprenderán a nadar los niños de Abjasia y de estas regiones?. Creándonos éstos y otros interrogantes, Bendisken con su visión personal a la que da forma con un uso inteligente de la composición, ha logrado trascender el ámbito de lo puramente fotográfico para trasportarnos al mundo de lo universal: soledad, tristeza, decadencia… despertando así la ternura del espectador por estos seres humanos tan desvalidos. Lo que una vez más confirma el valor de las fotografías que recogen momentos de la realidad, sea ésta de la actividad humana o momentos de la naturaleza, frente a aquéllas que captan situaciones expresamente creadas para la cámara.
La imagen comentada está en la misma línea de otros trabajos del autor, como Maoístas en Nepal (2005) y Dharavi (2007) publicados en National Geographic. Si bien la obra de Bendiksen es muy interesante, yo destacaría el trabajo de otros fotógrafos de Magnum, tales como David Alan Harvey, Josef Koudelka o Larry Towell, que con sus diferentes estilos han creado imágenes con mayor fuerza y calor, debido a un uso más inteligente y creativo de los grandes angulares y a tomar las fotografías muy cerca de los protagonistas de las mismas.