5º Historia del Arte, ULL
Busco algo barato, busco unos zapatos
CLARA ALONSO HERRAIZ
AMY CHANG
AMY CHANG
El nuevo paisaje urbano español: los inmigrantes y sus negocios
Sala de exposiciones La Caixa
San Cristíbal de La Laguna
Nuevas luces resplandecen en la estela urbana nocturna: son los carteles de neón de los comercios de inmigrantes. Nacen, crecen y se reproducen sin parar, gracias al sacrificio personal, familiar y al excesivo trabajo. Están por todas partes y parece que sufren de insomnio. No es de extrañar el sentimiento, cada día más generalizado, de malestar que invade al comerciante tradicional español. Primero fue el pulso contra las grandes superficies, las cadenas de supermercados y ahora, contra un íntimo rival, el comercio minorista del inmigrante. Suele decirse que “hay espacio para todos”, pero es el que más se aplica, quien se vuelve dominante. Sin embargo, lo que preocupa a ciertos ciudadanos, no es su implantación en el territorio nacional, sino su inquietante proliferación. Su fórmula comercial presume de diferentes estrategias, se han especializado en alimentación, complementos, ultramarinos, textil… ¡y lencería! Son negocios que venden de todo con la peculiaridad de ofrecer un horario más amplio que implica a todo el bloque familiar.
Pero son los establecimientos como espacios, los protagonistas de la obra de la norteamericana Amy Chang. Y es que antes de coquetear con la imagen artística (siempre acompañada de denuncia), fue pareja de baile de la fotografía de arquitectura e interiores, algo que considera de “gran influencia sobre la actividad humana”. Es tarea sencilla percibir, e incluso afirmar, la significación de todo el corpus teórico y técnico de las formas, espacios, cálculos y ángulos en su trabajo. La correlación entre ambos fines fotográficos queda en evidencia con la idea que presenta en su creación, que no es otra que la búsqueda del protagonismo del espacio donde reside el negocio.
No obstante, no describe ese establecimiento que podríamos imaginar a priori, lleno de inmigrados empapados en movimiento, ruido y caos. Los espacios cobran una importancia diferente sin sus ocupantes habituales, se vuelven protagonistas y a la vez secundarios, porque irremediablemente la atención se vuelca en la invasión del espacio. Sin embargo, ese firmamento de productos representa un puro y duro amontonamiento, que emana una fría sensación de espacios de vacíos llenos.
Admito que la primera impresión contuvo cierta sensación de orden y organización, e incluso una demoníaca pulcritud. El lugar parece seducido por centenares de productos en los que se cuida, presumiblemente de forma intencionada, que el inmigrante no aparezca retratado, y si lo está, que no sea reconocido para que su presencia pase a un segundo plano y la dimensión del espacio brille con luz propia. Una fotografía del espacio presentado curiosamente con un formato propio de un escaparate.
La intención ha sido retratar momentos clave en los negocios, para ponerlos en oposición con el prejuicio del caótico y ruidoso mundo del inmigrante. Pero irremediablemente, el silencioso espacio ensordece. Y aturde la mirada con ecos de estribillos de Mecano, en los que se “buscaba y rebuscaba entre los trapos, algo barato”. Se respira movimiento constante por culpa del apabullamiento y sobrealmacenamiento. El comercio inmigrante no se preocupa por una estrategia de marketing. No ofrece marca, no ofrece calidad sino cantidad y variedad. Se va al grano, a lo estrictamente utilitario sin detenerse en miramientos publicitarios estéticos.
Estas fotografías son “substracciones en bloque” de la realidad, no pretenden rebajar ni ensalzar, pero sí denunciar y luchar contra la suspicacia del occidental. Pese a representar “cortes de realidad”, nos cuentan una historia. La narrativa no se detiene y se hace evidente transmitiendo cierta continuidad. Porque conocemos bien los hechos y el espacio no está manipulado. Impregnado en su acto de elección queda la automatización del almacenaje, camuflado en una fotografía estéticamente bella, con luces y colores atractivos a la par que chispeantes.
Estas fotografías son “substracciones en bloque” de la realidad, no pretenden rebajar ni ensalzar, pero sí denunciar y luchar contra la suspicacia del occidental. Pese a representar “cortes de realidad”, nos cuentan una historia. La narrativa no se detiene y se hace evidente transmitiendo cierta continuidad. Porque conocemos bien los hechos y el espacio no está manipulado. Impregnado en su acto de elección queda la automatización del almacenaje, camuflado en una fotografía estéticamente bella, con luces y colores atractivos a la par que chispeantes.
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